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Carta antidemocrática de la OEA

Luis Britto García.- 1 Una y otra vez se ve Venezuela en la obligación de defender la soberanía que sus propios gobiernos inadvertidamente entregan. Desde hace décadas llevo adelante una campaña para que denunciemos todos los tratados que violan la inmunidad de jurisdicción sometiéndonos al veredicto de tribunales, cortes, árbitros u organismos extranjeros. Siguen pendiendo sobre la República los Infames Tratados contra la Doble Tributación, en virtud de la cual las transnacionales no pagan impuestos en Venezuela. Nos retiramos por fin del Centro Internacional de Arreglo de Diferencias sobre Inversiones (Ciadi), pero quedan pendientes unos treinta litigios en relación con los cuales nuestro país soporta ruinosas condenas. Finalmente denunciamos la Carta Interamericana de los Derechos Humanos, pero la OEA sigue redactando libelos condenatorios contra nuestro país, y tratando de aplicarnos su injerencista Carta Democrática.
2 El nefasto 11 de septiembre de 2011, cuando Estados Unidos sufre sospechoso atentado que le servirá de excusa para invadir países que nada tuvieron que ver con él, se suscribe en Washington la Carta Democrática de la OEA. Desde luego que Estados Unidos no la suscribe: la suscribimos sus víctimas. Su finalidad se aclara justamente ocho meses después, el 11 de abril de 2002, cuando el embajador estadounidense James Shapiro aparece en las primeras planas afirmando que Venezuela estaría fuera de la Carta Democrática, pretendiendo así legitimar el golpe de Estado que reventaría horas después.
3 Perdimos la oportunidad de retirarnos de ese instrumento intervencionista cuando teníamos la mayoría parlamentaria; ahora debemos atenernos a las consecuencias. El Ministerio de Colonias de Estados Unidos, la OEA, trata una vez más de usar la Carta Democrática para acabar con la democracia.
Sin embargo, de acuerdo con los artículos 19 y 21 de dicha Carta Democrática, ésta sólo puede ser aplicada previa petición que únicamente puede cursar el gobierno afectado (y no una parte de él, ni un secretario extranjero) y que solo procede con acuerdo de las dos terceras partes de los países miembros, ninguno de los cuales ha pedido tal cosa. Se necesitaría reunir las dos terceras partes de los votos, 23 de 34, cosa improbable. Y en el supuesto negado de que se aplicare, ello solo puede acarrear “la decisión de suspender a dicho Estado Miembro del ejercicio de su derecho de participación en la OEA”, lo cual, más que castigo es un premio. Solo cuando dejemos de estar sometidos al veredicto de jueces, juntas, cortes, tribunales, árbitros u organismos extranjeros recuperaremos la plenitud de nuestra soberanía. n
PD: No se pierda el estreno de La Planta Insolente: un hombre contra seis imperios, con dirección de Román Chalbaud y guión de un servidor, que cuenta cómo Venezuela defendió su soberanía contra la agresión de seis potencias imperiales.

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