Jorge Valero.- Fue
el 13 de diciembre de 1994, día histórico para los pueblos
latinoamericanos y caribeños, cuando el Comandante Fidel Castro,
Presidente Constitucional de la República de Cuba, y el entonces
Teniente Coronel, recién salido de la Cárcel de Yare, Hugo Chávez Frías,
se encontrarían por vez primera. El escenario fue el Aeropuerto
Internacional José Martí de La Habana.
Desde ese día se inició una sincera amistad y un
profundo compromiso político entre dos gigantes. Ambos, profesantes de
quimeras por la redención humana.
Fidel se había aquilatado con la experiencia de la
Revolución Cubana, desde aquellos años en que la Sierra Maestra le dio
trinchera, y cuando se lanzara a la histórica tarea de liberar su
patria de la oprobiosa tiranía pro-imperialista de Fulgencio Batista,
para convertirla en paradigma de independencia y soberanía, de justicia e
igualdad.
Chávez decidió hacer lo propio en la Venezuela de
sus sueños. Porque no es otra cosa lo que deja al descubierto su
juramento ante el “Samán de Güere”, junto a sus compañeros de
quijotescos andares.
Lo que se propone el líder bolivariano con la
insurgencia del heroico 4 de febrero de 1992 queda plasmado en sus
innumerables discursos y proclamas: un verdadero legado político,
filosófico y ético para Venezuela y otros pueblos del mundo.
Fidel, el Maestro; Chávez, el Alumno aventajado.
Desde su encuentro inicial establecieron una profunda hermandad
solidaria. Inquebrantable, indestructible. Y nada es más imperecedero en
las relaciones humanas que compartir los sueños para lograr la justicia
social, la igualdad y la redención de los pueblos.
Fidel y Chávez colocaron en un plano superior el
pensamiento nuestroamericano. Sus infatigables quehaceres impactan las
luchas por la liberación, más allá de los confines regionales.
Su relación dio impulso a una nueva era
revolucionaria. La utopía se hace realidad. Aviva un nuevo despertar del
pueblo latinoamericano y caribeño que emana de lo más profundo de sus
heroicas epopeyas por la libertad.
Ya Cuba no estaba sola.
La premonición de Fidel se hacía realidad:
“Venezuela es la patria de El Libertador, donde se
concibió la idea de la unión de los pueblos de América. Luego,
Venezuela debe ser el país líder de la unión de los pueblos de América:
los cubanos respaldamos a nuestros hermanos de Venezuela”, dijo Fidel,
el 23 de enero de 1959, en su visita a Caracas.
Al andar se forja el camino… Fidel y Chávez, al
transitar los senderos de la Revolución, imaginaron, y al mismo tiempo
forjaron, una alianza estratégica de profundas repercusiones en el
ámbito hemisférico e, incluso, a nivel planetario. Uno de los frutos más
señeros de esa humanista heredad fue la creación de la Alianza
Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA).
La idea del socialismo alcanzó una nueva
dimensión. Se le dio un nuevo rostro y un nuevo imaginario que
reivindicó sus fundamentos emancipadores. Al socialismo del siglo XXI
había que reimpulsarlo como alternativa al inhumano capitalismo,
renovando su ideario democrático, participativo y popular, como
fundamento para la emancipación de la especie.
Y a la lucha por ese ideario entregaron sus vidas.
¿Cuándo comenzó esa amistad? Ya lo sabemos ¿Pero
cuándo terminaría? Nunca. Es una amistad que comulga en ideas redentoras
y no tiene fin.
El legado ideológico, político y ético que han
dejado Fidel y Chávez sobrepasa el tiempo presente y el espacio
histórico. No hay lugar en el mundo en donde no se hable de estos
apóstoles del bien común.
Cuba y Venezuela, dos pequeños países en la
inconmensurable cartografía planetaria, irrigan su impronta libertaria y
justiciera en los confines de la tierra.
Este 25 de noviembre, día en que conmemoramos el
primer aniversario de la siembra del Comandante Eterno Fidel Castro,
podemos proclamar que su luz, como la de Chávez, ilumina la lucha de
nuestros pueblos por alcanzar su libertad y su felicidad.