Fernando Buen Abad.- Incluso la burguesía, que alguna vez tuvo cierta sensatez endógena en
su etapa revolucionaria, entendió la importancia Histórica y Cultural de
consolidar estructuras coherentes para la de formación de los cuadros y
las instituciones que irían a dar consistencia teórica y continuidad
super-estructural al capitalismo. Incluso, ellos entendieron que los
patrimonios históricos debían ser preservados y, aunque los
interpretaron a su antojo y conveniencia, aceptaban un cierto carácter
de inviolabilidad y conservación necesarios para orientar la formación
intelectual de las clases sociales. Incluso a sabiendas de sus luchas
irreconciliables. Así fuese en condiciones de desigualdad y exclusión
sistémicas.

Pero algo les pasó. Una mutación “genética”, en las
entrañas mismas de las luchas inter-burguesas, produjo su monstruo
neoliberal que, muy velozmente, les ha carcomido lo que de más valioso
tuvo la burguesía en campo de la Cultura y la intelectualidad, para
reducirlo todo a un modo salvaje del comercio donde sólo importa
endiosar mediocres y mediocridades para engordar cuentas bancarias. Los
más ignorantes de las corporaciones se aliaron para devaluar y
desacralizar incluso los “valores” más queridos por las burguesías -más
diversas- incluso aquellas que no cursaron el antecedente histórico de
las aristocracias. Gestaron el neoliberalismo como forma de la
bestialidad y la barbarie capaz de sobrevivir desinteresado de la
Historia, de los patrimonios y de los baluartes que representan, incluso
para la clase dominante, adueñarse de la memoria cultural de los
pueblos. Quedó todo reducido al amor por la usura desaforada.
Por eso avanzan como hordas taradas de avaricia, contra la
educación que la propia clase dominante forjó con sus fundamentos
ideológicos y sus paradigmas civilizatorios de clase. Avanzan y
destruyen el suelo educativo que heredaron mientras escupen para arriba
su saliva de ignorantes funcionales a las lujurias privatizadoras. Son
incapaces de pensar su estupidez y para disfrazarla contratan
intelectuales serviles para que les decoren la estulticia con sus
ontologías del ego mercantil. Están destruyendo lo que su propia clase
produjo y todo lo que pudo haber surgido en las refriegas históricas
hacia la descolonización del conocimiento. Están destruyendo las bases y
los cimientos. Se vende todo. Demuelen bibliografías y bibliotecas,
aulas y paraninfos, éticas y estéticas. Se vende todo y nada importa. Se
vende lo tangible y lo intangible, se vende la instrucción y se vende
la educación. ¿Quién da más?
En ese mercadeo demoledor de la Educación se tiene, a
cambio, la nada misma. Lo que llegan a proponer algunos atrevidos es el
engendro parvulario de sus inteligencias minúsculas preñadas con el
“estiércol del diablo” para inundar con saliva de miserables la vacuidad
de sus argumentos, la miseria de sus “ideas” y crimen de lesa humanidad
implícito en atacar con toda impudicia e impunidad el derecho
fundamental de los pueblos a la Educación, pública, gratuita y libre,
actualizada, dinámica y transformadora. Educación secuestrada por
intereses de mercado, por parásitos de la ignorancia y por burócratas de
las cuentas bancarias. El neoliberalismo es una debacle destructora que
incuba aguantaderos de mercachifles, unas veces camuflados como
“funcionarios públicos”, otras veces como “empresarios” que se adueñaron
del poder para cumplir su epopeya nihilista ante sus espejos de nada.
Con trajes de “marca” y risas falsas. Eso sí.
Hasta hoy, ninguno de los argumentos esgrimidos por las
jaurías neoliberales que atacan el Derecho a la Educación, tiene
sustento, prueba, ni lógica social alguna. Se trata de esperpentos
inconsultos sacados de un manual de necedades donde reina por su
estupidez la peregrina idea de que hay que convertir a la educación en
un negocio done se rinda culto al productivismo burgués y el servilismo
de esclavos. Sueñan con entrenar a los pueblos para que sean sumisos y
eficientes desmemoriados que entienden el éxito profesional como
resultado de odiar a sus iguales. Quieren siervos dispuestos a competir
como fieras pero con modales de burócratas para consolidar una cultura
universal de la hipocresía en el que sólo vale el dinero que se invierta
en los bancos, en las casa, en los coches y en los trajes. Supremasismo
de gerentes.
Y nos vienen con sus flatulencias intelectuales a imponer
“evaluaciones”, auditorias, exámenes… diseñados por la mano de los amos
que sólo ven en la Educación una forma de extorsión rentable para
sacrificar la inteligencia de los pueblos, sacrificando su derecho
educarse y su derecho a empoderarse socialmente con el saber que la
humanidad acumuló y que es de propiedad colectiva. Así nos fue en Chile,
en Perú, en Colombia por ejemplo.
Entendida como fuerza emancipadora la Educación está aun
en pañales. Eso no quiere decir que no tenga orientadores conceptuales
clave que se han constituido en base fundamental para consolidar una
dirección revolucionaria en materia de Educación. Lo que no hemos
consolidado es la fuerza social organizada capaz de hacer carne los
idearios disponibles hasta ahora, para hacer de la Educación una parxis
cotidiana de la descolonizarnos teórica y metodológica. Tenemos
inoculados todos los manuales inventados por la ideología de la clase
dominante para convencernos de el conocimiento es relativo, incompleto o
imposible. Que la razón prima sobre la realidad. Que el individuo es
más que el grupo y que el producto es mejor que el proceso.
Positivismos, conductismos, estructuralismos, posmodernismos y, además,
todo tipo de misticismos. Ha sido una historia extenuante que ahora
remata con neoliberalismo.
No hemos visto lo mejor de una Educación emancipadora y
revolucionaria garante de la libre maduración de la ciencia y garante,
así, de una sociedad libre. Tal como Martí lo quería “ser culto para ser
libre”. No hemos visto la unidad de todas las fuerzas sociales
coordinada para defender una Educación liberada de toda amenaza de
mercachifles y no hemos visto el libre desarrollo de la investigación
científica capaz de proveernos la epistemología emancipadora necesaria
en la praxis de la inteligencia sin limites de clase. Tenemos muchos
logros, muchas bases y muchas experiencias extraordinarias pero las
tenemos como archipiélago inconexo. Falta la unidad de todas esas partes
hacia un todo dinámico que sea capaz de frenar con su movilización, la
ofensiva neoliberal contra la Educación y sea capaz, sobre todo, de
crear para esa Educación una situación revolucionaria inédita. Hemos de
poder.