Carola Chávez.- Apenas estrenando el 2018, días
después de abrazar a los suyos deseándoles un Happy New Year, Ricardo
Hausmann suplicó a los gringos una intervención militar contra Venezuela
para que aquí, de feliz, el año nuevo no tenga nada.
Ya es bien oscuro y mugroso que Hausmann, que -muy a su pesar- es
venezolano, pida que una fuerza militar extranjera invada al país que lo
vio nacer. Pero es que él vive bien lejos y desde hace tanto tiempo que
ya ni le importa que nos borren del mapa, si es que alguna vez le
importó. Oscurísimo y estupidísimo es que haya idiotas que le hagan coro
desde el mero blanco de las bombas “humanitarias” que nos salvarían de
esta dictadura malvada, pasándonos a mejor vida.
Estupidísimo como cuando, hace pocos años, colocaron en las azoteas
de algunos edificios de Altamira sábanas pintadas a modo de pancartas
que avisaban al ejército invasor que, según Whatsapp, llegaría en
cualquier momento, que esos edificios eran de gente decente y pensante,
que ahí no había chavistas, que los chavistas vivían más allá (y una
flecha enorme que ocupaba toda una sábana king size, apuntaba hacia el
Oeste de Caracas).
Estupidísimo como cuando creen en verdad que saldrían ilesos
de semejante infierno, o como creyeron que aquel bloqueo financiero que
logró Julio Borges arrastrándose por Estados Unidos y Europa solo iba a
afectar a Nicolás. Me imagino la cara de más de un pendejo opositor
cuando le comunicaron del Citibank que ya no podía tener su cuenta ahí,
la cara del empresario escuálido cuando le congelaron una transferencia
porque Venezuela y las sanciones, you know…
Estupidísimo como cuando celebran las subidas arbitrarias de
DolarToday, y defienden el sagrado y sádico derecho de empresarios y
comerciantes de fijar sus precios a esa tasa criminal, a la vez que se
quejan de que todo está carísimo, que el hambre, “culpemaduro, que
quiere obligar a los que sí trabajan a vender a precio justo, para que
los que no quieren trabajar puedan comer”.
Estupidísimo como cuando en medio de esa defensa aspiracional del
libre mercado, invocan saqueos que “pongan al Gobierno entre la espada y
la pared”, suponiendo que estos serían como la invasión militar que
sueñan: allá lejos, al Oeste de Caracas, como indica la flecha que se
destiñe en una sábana olvidada en la azotea.