Eduardo Rothe.- Richard "Rick" Scott, gobernador del estado de Florida, comenzó el año 2018 tuiteando:
"La escasez de alimentos en Venezuela es completamente inaceptable!
Maduro y su pandilla de matones deben salir del poder inmediatamente. La
Florida sigue firme junto a la comunidad venezolana, exigiendo libertad
y democracia absolutas".
Uno podría preguntarse qué entiende el gobernador por "libertad y
democracias absolutas", pero eso pierde importancia ante su escandalosa y
obscena injerencia en los asuntos internos de un país latinoamericano,
en este caso Venezuela. Claro, hay que entenderlo en el contexto de
Florida donde está instalado el Comando Sur de las FFAA estadounidenses,
y la oficina de la CIA para América Latina, donde el exilio cubano
tiene su principal base de operaciones desde hace 60 años: desde ahí
partió la invasión de Playa Girón en abril 1961, desde ahí salieron
miles de ataques terroristas contra el pueblo cubano, y ahí opera la
Fundación Nacional Cubano Americana, poderoso lobby que usa su capital
electoral para imponer una línea dura anticubana y anticomunista en la
política exterior de Washington para el continente.
Es al servicio de
esa línea dura que Rick Scott fue electo en 2010. reelecto en 2014 y
espera serlo en 2018. Hasta aquí, nada nuevo, salvo la pregunta ¿Quién
diablos es Rick Scott?
Después de servir en la Armada como técnico de radar por 29 meses en el
USS Glover (FF-1098), terminó sus estudios de abogado y compro dos
caídos negocios de donuts (donas) que reflotó con un servicio de
entregas por su padrastro camionero. En 1987, a la edad de 34, su éxito
le había ganado fama como para obtener préstamos: Scott había captado
las posibilidades de enriquecerse con el dolor humano y suficiente
capital para ser uno de los tres socios fundadores de Columbia Hospital
Corporation, que en 1989 se unió a la Hospital Corporation of America
HCA para formar Columbia/HCA la mayor empresa privada de salud en EEUU.
El modus operandi de la corporación era comprar simultáneamente varios
hospitales en dificultades, cerrar uno del cual despedían a todo el
personal para reducir gastos, y así aumentar la clientela y ganancias de
los hospitales restantes; además del fraude sistémico en diagnósticos,
exámenes, facturación, contratación, medicamentos, compras, coimas a
médicos, etc. Rick Scott tardó poco en ser el mayor vampiro hospitalario
de los Estados Unidos, engordando día a día con una dieta rica en
lágrimas y sangre.
Todo iba bien hasta el 19 de marzo de 1997, cuando investigadores del
FBI, el IRS (impuestos) y el Departamento de Salud allanaron las
instalaciones de la Columbia/HCA en El Paso, Texas, y los consultorios
de docenas de médicos que tenían relaciones sospechosas con la empresa.
Ocho días después de ese primer allanamiento, Rick Scott, el eslabón más
podrido de la cadena, firmó su último informe financiero como ejecutivo
de hospitales y renunció. Cuatro meses después, el Directorio de la
Columbia/HCA lo obligó a renunciar como su Presidente y Director
Ejecutivo. Pero no quedó en la calle: le dieron $ 9.88 millones de
arreglo y se llevó 10 millones de acciones con valor nominal de 350
millones de dólares. ¿Quién dice que el crimen no paga? Será a esto a lo
que se refiere Scott cuando habla de "libertad y democracia absolutas"?
La herencia que le dejó Scott a la Columbia/HCA fue un largo juicio que
terminó en 2002 cuando la corporación se declaró culpable de 14 delitos
graves contra el fisco y la salud pública, y tuvo que pagar al gobierno
federal y a demandantes particulares, unos 2 mil millones de dólares, de
ellos 631 millones al gobierno federal, la mayor cantidad jamás pagada
en un caso de fraude.
Rick Scott ya era muy rico, dueño de empresas, conservador, republicano,
amigo y copropietario con George W. Bush del equipo de baseball "Texan
Rangers". Pero no estaba satisfecho; ahora quería poder y había llegado
para el vampiro la hora de la política.
Scott negoció con la extrema derecha republicana y con los
"anticastristas" gusanos de Miami y anunció que en 2010 se lanzaría para
gobernador de Florida ¿Qué mejor sitio para un hombre con su
experiencia en negocios turbios y en caer siempre de pie? Una vez electo
gobernador se destacó por sabotear por decreto (vileza obliga)
cualquier intento de intercambio comercial entre Florida y Cuba, y
cualquier posibilidad de reunificar a la familia cubana.
Electo en 2010 y reelecto en 2014 (después de gastar 13 millones de
dólares en avisos de TV para desprestigiar a su oponente demócrata
Crist), ahora el vampiro quiere un tercer período: despliega sus alas y
comienza su campaña electoral atacando a Venezuela.
La insultante declaración de Scott contra Maduro tiene por fin no sólo
asegurar los votos "cubano-americanos" y los de la pequeña colonia
venezolana de Florida, sino unirse a la campaña que promueve la muy
intervención militar multinacional contra Venezuela. Esta intervención
militar sigue siendo muy improbable, y la campaña está destinada más
bien a asustar y debilitar al gobierno de Maduro.
El problema para Rick Scott y asesores es que semejantes declaraciones,
viniendo de quien vienen, tienen el efecto contrario: ofende la dignidad
y espíritu nacional de la gran mayoría, incluyendo a muchos que se
oponen a Maduro, recuerda al Gran Garrote y la política de cañonera, los
tiempos de la United Fruit Co. y las repúblicas bananeras.
Y la cara de Rick Scott no lo ayuda: para venezolanos y latinoamericanos
es como estar viendo una película del espacio donde los mutantes
amenazan a los humanos. ¿Y acaso no es así?