Fernando Buen Abad Domínguez.- Entre la resistencia y la toma del poder, en manos de las luchas
sociales desde las bases, podemos sumar una lista enorme de victorias
culturales y comunicacionales que, vistas con método dialéctico y en
conjunto, demuestran que, a pesar de las asimetrías, las usurpaciones y
las traiciones, un espíritu rebelde recorre el mundo expresándose
-también- en la Cultura y en la Comunicación.
Incluso en sus momentos más “duros” hay destellos rebeldes que anuncian
la dirección que tomarán las grandes victorias del pensamiento
transformador, que encontrará las maneras de expresarse a pesar de todos
los pesares. Y no al revés. No es que de un “producto” cultural o de
una “experiencia” de comunicación, emerjan las revoluciones… es de la
lucha de donde emergen los medios y los modos para contarle al mundo y
contarse, las identidades y las profundidades de la batalla que busca
pares y busca fuerzas para hacerse suma con efectos concretos en el
marco del correlato de fuerzas. Ahí donde la clase dominante impone sus
ideas como “templos” inamovibles o como verdades eternas, ahí los
pueblos siempre interrogan, desobedecen y crean fuentes emancipadoras en
búsqueda de marcar y cambiar la Historia. Está en el “ADN” de la
humanidad ese “dato” (o esa “data”) rebelde que, si encuentra fuerzas,
es capaz de crecer, incluso, en el terreno más infértil. “(…) He
tenido ocasión de observar muchas veces cómo poderosas organizaciones
con una poderosa prensa se hicieron añicos bajo el impacto de los
acontecimientos, y cómo, por el contrario, pequeñas organizaciones con
una prensa técnicamente débil se transformaron en corto tiempo en
fuerzas históricas ”. León Trotsky
No es menor la
importancia de definir y contrastar el concepto de “Victoria” en los
escenarios semánticos más diversos. Fuera de la lógica del mercado, la
“Victoria” adquiere dimensiones más extensas y profundas que aquellas
donde se restringe al consumo o al dinero. Sin el peso del capitalismo, y
según las asimetrías y las fuerzas, la “Victoria” va construyéndose
siempre en clave social y siempre en clave de lucha. Nunca ha sido (como
anhela el individualismo) obra de “un solo hombre” y nunca propiedad
privada de corporación alguna. La “Victoria”, que se construye
socialmente desde las bases, expresa en simultáneo sus conquistas
objetivas y subjetivas siempre con base material y concreta. No se
consigue para vanagloria de los egos caudillos ni para santificar
virtudes extraterrestres. En todo caso la “Victoria” que se construye
desde las bases es siempre un peldaño transicional en un proceso
permanente que exige validación igualitaria entre los protagonistas de
su construcción. Es una noción colectiva en construcción permanente.
Como la vida misa de la lucha.
Con tales condiciones, es de la
lucha misma de donde se desprenden los requisitos de las Victorias en
los campos de batalla de la Cultura y la Comunicación emancipadas y
emancipadoras, por eso reclaman métodos nuevos y propios para su
validación y consolidación. Así, pueblos condenados al silencio y al
desgarramiento de sus identidades, cuando encuentran los lenguajes
propios de sus rebeldías y amasan tradiciones de lucha renovada, fincan
Victorias en los aspectos más sutiles del conocimiento, de la
enunciación y del intercambio simbólico donde van transformándose los
modos de producción de sentido y las relaciones sociales para que ese
sentido funde su identidad transformadora. Llámense canciones, danzas,
murales, conversaciones, asambleas o volantes. Llámense periódicos,
radio, televisión o grafiti… tan pronto alcanzan un grado de poder
organizativo, un grado de avance de consciencia de lucha y de clase, un
grado de movilización y de cambio van haciéndose victoriosos en todos
los sentidos opuestos a la lógica de la Victoria en la ideología de la
clase dominante.
Así se volvió victorioso para los pueblos, por
ejemplo, el “corrido” de la Revolución Mexicana; así se volvió
victorioso el arte público del muralismo. Así, es Victoria de los
pueblos el humor, las caricaturas, la poesía… en un continente que
desarrolló su imaginario independentista con Bolívar, con Martí, con
Hidalgo, con Morelos con San Martin y todas sus “artillerías del
pensamiento” que abandonaron la semántica del súbdito para comenzar a
imaginarse, no sin tropiezos, como seres libres, descolonizados. Así se
volvió victorioso un imaginario revolucionario en todo un continente que
no ha cesado en la búsqueda de su identidad, de sus voces propias, para
contar la Historia como debe contarse desde sus luchas. No sin acoso,
nos sin amenazas no sin usurpaciones simbólicas. Haití, Nicaragua, El
Salvador, Colombia, Venezuela, Cuba, Perú, Chile, Uruguay , Argentina,
Brasil, Paraguay… con sus pueblos originarios hoy en las vanguardias
como mosaico preñado con expresiones revolucionarias que en su escala,
con sus medios, con sus fuerzas y desde sus batallas, va amasando un
universo rebelde de Patria Grande inédito e inconcluso. Y, sin embargo,
moviéndose victorioso en el latir de corazones y de idearios irredentos,
que vistos en conjunto y como una secuencia de revolución permanente,
dejan ver con claridad el portento creativo del espíritu rebelde que
recorre al continente.
Nos urge construir la Historia completa
de las Luchas Culturales y Comunicacionales de la Patria Grande.
Escribirla a muchas manos, con la fuerza de una batalla recopiladora y
cartógrafa que sirva de brújula y que sirva de antídoto. Para que nos
nos desoriente ni nos deprima la “Historia Oficial” que la burguesía
inventa para usurparnos las luchas y sus símbolos, la revolución y su
sentido. Nos urge construir la Historia Completa de las Luchas
Culturales y Comunicacionales para recuperar y salvaguardar nuestro
derecho a ser creadores y creativos de un modo nuevo de vivir y de decir
como queremos “vivir viviendo” y no vivir sobreviviendo el desastre
planetario que el capitalismo ha dejado.
Nos urge contarnos esa
Historia de nuestras muchas y múltiples victorias. Ponerlas a la vista
de todos, oírlas, verlas cantarlas y bailarlas al rimo de la
emancipación y con la mirada puesta en la revolución permanente. No para
la nostalgia, no para extasiarnos en el pasado que fue “mejor”, no para
la erudición decorativa ni para el enciclopedismo inútil. Nos urge para
fundar una Victoria nueva, también, en la praxis del relato nuestro,
también en la praxis de sabernos herederos y responsables de un
patrimonio revolucionario que se conjuga en futuro y que ofrece desafíos
nuevos en plena época de la barbarie monopólica, en plena época de la
“pos verdad” y se sus “plus-mentiras”. En plena época de Guerra
Mediática asimétrica y planetaria… bajo una de las peores amenazas a la
Cultura y ala Comunicación. Poner a la vista nuestras victorias para
multiplicarlas.