Richard Canan.- En una nueva escalada del uso del garrote imperial, los Halcones
gringos y la extrema derecha reaccionaria siguen insistiendo en atacar a
Venezuela, a sus instituciones democráticas y a su pueblo. Este
panorama es tenebroso. Los decisores en el Departamento de
Estado han escalado en su agenda de acoso e injerencia en contra del
país. Pareciera que ya no los guía la tradicional animadversión hacia un
adversario y antagonista político como la Revolución Bolivariana, no,
ya llegaron a un nivel superior de odio e irracionalidad. Por eso, las
alarmas deben estar encendidas, corren peligro las vidas de millones de
compatriotas.
Ayudando a crear caos, los apátridas
criollos, luego de años de tremenda cantaleta y lloriqueo exigiendo
elecciones presidenciales adelantadas, ahora que están convocadas, los
orates opositores se oponen a ella. Y peor aún, pretenden amenazar y
coaccionar a todo el que participe en el proceso electoral. A estos
supuestos “demócratas” no les importa la opinión del soberano, no les
interesa ni siquiera que sea el pueblo venezolano el que decida su
propio destino. Más aún, cuando los pinochos opositores han engañado a
sus seguidores haciéndoles creer que son tres trillones de votantes,
pero evidentemente, tienen miedo de medirse en la arena política, en
elecciones abiertas, en las urnas con el voto del pueblo. Son unos
cobardes, porque saben que son minoría.
En medio de los vaivenes de la derecha
histérica y disociada, sin líder, sin rumbo y sin proyecto político, se
abalanzan sobre nuestra patria un conjunto de amenazas que representan
un alto riesgo para el normal funcionamiento del país, las
instituciones, el comercio y las finanzas. Las palabras balbuceantes de
los voceros imperiales (incluido el agente Julio Borges), demuestran una
ofensiva en su agenda de ataques. Recordemos que estos actores no
tienen escrúpulo alguno a la hora de bombardear, dar golpes de Estado y
asesinar a gente inocente.
Lo más reciente en su lista de acoso e
injerencia es la amenaza del bloqueo y embargo petrolero contra el país,
sumándose a otras acciones hostiles como el ratificado Decreto donde
nos declaran una terribilísima amenaza a la seguridad del Imperio
Americano (como una comedia de Charles Chaplin o Buster Keaton), y el
bloqueo financiero, que obstaculiza (“estrangular”, lo llaman sus
agentes) las operaciones financieras del país, impidiendo la compra de
alimentos, medicinas, bienes de capital y cualquier otra cosa que a los
agentes imperiales se les ocurra, con su soberbia, irrespeto y abuso
acostumbrado (generando lo que Chomsky siempre plantea: por qué los
pueblos del mundo odian tanto a los norteamericanos).
Así, los medios nos traen diariamente el
parte de guerra de los voceros oficiales del Departamento de Estado. El
hacha afilada y amenazante del gobierno del inestable presidente Trump
lo encabeza Told McClatchy, el cual ha expresado abiertamente y sin
ningún tipo de disimulo que “El mensaje es que seguiremos aumentando
la presión hasta que el régimen de Maduro sea eliminado y la democracia
vuelva a Venezuela”. Casi nada. Además se regodea afirmando que las acciones de bloqueo e injerencia, “dificultan al régimen el acceso al dinero, salir del país y continuar su influencia”. Tamaña confesión que viola todas las normas internacionales y el respeto a la soberanía de los pueblos.
La amenaza del bloqueo y embargo
petrolero, aparece entonces como una nueva opción en la retórica y
verborrea de los agentes imperiales, luego de la cacareada “opción militar”
asomada por Tillerson con macabra alegría. Se ve el desvelo y afán de
la Casa Blanca, el Departamento de Estado y el Departamento del Tesoro
(cuyos agentes han tocado a las puertas de todos los bancos
corresponsales de este planeta para coaccionarlos de que no abran
cuentas bancarias a Venezuela), en buscar “opciones” alternativas para cumplir sus amenazas de acabar y destruir un país democrático y pacífico como Venezuela.
Si a estas alturas, algún despistado
lector se pregunta porque el empeño de los gringos contra nuestro país,
todas las respuestas empiezan y terminan con la palabra petróleo. Es el
marco de referencia para medir la profundidad de los intereses
norteamericanos y su enfermiza fijación para con algunos países sobre
los cuales han sembrado la muerte y destrucción.
Si alguien tiene dudas de la tragedia
que se avecina, busque en libros y medios digitales la historia reciente
de Irak. No hay forma de ocultar la barbarie creada por el Tío Sam para
saciar la ingente demanda de recursos energéticos que requiere para
mantener su enfermizo modelo capitalista de consumo, aún a costa de la
destrucción del medio ambiente o de países enteros.
La guerra de Estados Unidos contra Irak
se inició en el año 2003, con una invasión militar a gran escala
denominada “Operación Libertad”, que arrasó con toda la estructura
política, social, económica y la infraestructura de la totalidad del
país, el cual quedó fragmentado bajo el mando de distintas facciones. El
“logro” más significativo de la intervención “humanitaria” del
Tío Sam fue la muerte de más de 1.000.000 de seres humanos. El
mismísimo pinocho de George Bush justificó la “opción militar” por la necesidad de combatir al “eje del mal”
que supuestamente estaba en posesión de armas de destrucción masiva y
amparaba a grupos terroristas como Al Qaeda. Puras falsedades.
Greenspan, en sus memorias publicadas en el año 2007, confesó que la
verdadera razón de la invasión era “controlar las reservas de
petróleo y evitar que la Unión Europea o potencias emergentes como China
e India se acercaran a esas gigantescas reservas de petróleo”.
Los torpes norteamericanos, 15 años
después, están atragantados con las arenas del desierto de Irak (un
nuevo Vietnam). Solo mandan dentro de la Zona Verde, un “área segura”
fortificada de apenas 10 km2. En el resto del país ocurre otra tragedia.
Han pasado todos estos años de ocupación y “salvación”
norteamericana y aún persiste la guerra civil, los daños a la
infraestructura, el robo y saqueo de piezas arqueológicas milenarias y
peor, el auge y consolidación del Estado Islámico, con el control total
de amplias zonas del territorio. Tremendo legado el del Tío Sam.
No queremos por nada del mundo que
tragedias como las de Irak vuelvan a repetirse. Mucho menos en
Venezuela. Pidamos a Dios que reine la cordura y aleje las garras
asesinas del imperio de nuestra patria.