Carola Chávez.- Un bebé de 18 meses que había sido
separado de sus padres por las autoridades de emigración de los EEUU -La tierra
de la libertad-, fue devuelto a los brazos de su mamá, todo sucio y lleno de
piojos. Al bebé nadie lo bañó en los 85 días que estuvo preso. El sucio y los
piojos se lavan, pero ¿cómo se lava la mugre que la atrocidad nazi-gringa le
embarró en el alma? Otro niño, como de cuatro años, es presentado ante un juez
en Texas. Solito, asustado, lo paran en el banquillo de acusados. Un juez, con
cara de juez gringo de comiquita, le lee una retahíla de cosas en un idioma que
el niño no entiende. Se está haciendo justicia. Se está cumpliendo con los
procedimientos legales al pie de la letra. Al pie de la letra se puede
atropellar la niñez, la pureza, la inocencia y volverla mierda. God bless
America.
En Gaza, unos soldados
israelíes, vestidos de Robocop, golpean a mujeres, niñas y ancianos que se
niegan a dejar que sus casas sean demolidas porque sí, porque las escrituras
sagradas dicen que ellos son el pueblo elegido, y los palestinos no, que ni
como animales merecen ser tratados. Desaparece el pueblo bajo las palas de los
Bulldozers. Rutina de 70 años.
Es verano, se llena el
Mediterráneo: sus playas de turistas, sus aguas de pateras cargadas de
africanos. Chapotean los turistas rosados en el mismo mar que se traga a otro
barco repleto de aspirantes a refugiados que nadie quiere, que huyen de las
miserias a las que fueron condenados por Europa, por lo siglos de los siglos.
Amén.
En Colombia, 24 líderes sociales
asesinados en un mes. Siete campesinos masacrados en el Cauca. Una maestra del
departamento de Bolívar recibe una llamada: “Qué pena con usted señora Deyanira
Ballestas, se tiene que ir de esta región o la asesino. Usted sabe que nosotros
acá asesinamos al que se nos dé la gana”. Silencio oficial. Los demonios están
sueltos y tienen presidente.
Una eurodiputada llega a Colombia y, desde allá, ignorando la feroz tragedia
humanitaria de ese país en guerra perenne; ofrece ayuda a los “refugiados”
venezolanos que huyen de la “crisis”.
Trump se pregunta por qué no
nos invaden ya. Julio Borges se hace pipí de placer. Y algunos pendejos en el
este del Este creen Venezuela merece ser el foco de tan absurda, peligrosa y
orquestada atención. Y aún peor, se alegran.