Elías Jaua Milano.- Se incrementan los relatos angustiados de amigos y familiares; se
multiplican los mensajes de textos, de miles de compatriotas que tienen
mi número de teléfono y mi correo electrónico; también lo hacen por
twiter, facebook y las llamadas a mi programa de radio Encuentro
Popular; todos con un común denominador, la justa indignación por la
fijación de un precio irreal del dólar paralelo y su consecuencia, una
escalada especulativa de los precios de los bienes y servicios no
estatales.
La dirigencia revolucionaria, en todos
los niveles, debe comprender esa indignación, procesarla, orientarla y
convertirla en fuerza revolucionaria para desmontar este perverso modelo
especulativo que nos agrede como sociedad y que vulnera nuestros derechos económicos y sociales.
El origen de
esta problemática radica en un sector privado monopólico y oligopólico,
que como decía nuestro Comandante Chávez “es genéticamente
especulativo”, dado su carácter de usufructuario principal de la renta
petrolera.
El capitalismo venezolano desarrolló, desde mediados del siglo 20, una política de fijación de techos de producción y distribución de los bienes con el fin de condicionar la oferta, generando con ello una permanente espiral especulativa que les permite obtener inmensas e ilimitadas ganancias.
La necesaria, justa y positiva expansión
de la demanda por parte de la población, a partir de las políticas
inclusivas de la revolución bolivariana, en vez de estimular una
expansión productiva en el sector privado nacional, lo que ha hecho es
incrementar su voracidad especulativa de captar, mediante la política de
desabastecimiento e informalización, la renta. Ahora
directamente desde el bolsillo de los venezolanos y venezolanas, en
bolívares, y como siempre al Estado venezolano en dólares.
Súmele Ud. a esta desviación histórica,
la caída drástica de los precios petroleros y su consecuencia una
contracción del 70% de nuestros ingresos en divisas; la fijación de un
tipo de cambio ilegal y el concierto de corrupción entre sectores de la
burocracia estatal y el sector privado que ocasiona la merma de nuestros
ingresos, el acaparamiento y contrabando de nuestros bienes, incluyendo
el papel moneda. Y por si faltaba poco, las sanciones y agresiones
económicas extranjeras logradas por una oposición apátrida y antipopular.
¿Qué hacer?
No es fácil para mí responder esa
pregunta siendo Ministro del Gobierno Bolivariano, por eso pido excusas
en no poder detallar medidas que corresponden a los compañeros y
compañeras de las estructuras económicas del Estado, implementar y
explicar. Solo puedo decir que tengo el conocimiento del esfuerzo
heroico que están haciendo en distintos frentes para revertir esta
situación que nos golpea como pueblo, en medio de los crecientes
obstáculos y presiones por parte del gobierno de los Estados Unidos de
América y de la Unión Europea.
Pero más allá de las políticas
macroeconómicas y microeconómicas que se están desarrollando, yo me
atrevo a insistir en cuatro niveles de acción:
- El dialogo político con la oposición para lograr, mediante un acuerdo de reconocimiento y estabilidad, las garantías de que ellos cesen la promoción de las agresiones y el boicot contra nuestra economía. Un acuerdo a favor de la tranquilidad de la familia venezolana.
- Lo ético administrativo, seguir profundizando en la batalla contra la corrupción, que adelanta el Ministerio Público, para poder recuperar la producción y los ingresos petroleros y expandir esta lucha, por la restauración de la moral pública, al ámbito de la entrada, circulación y salida ilegal de las mercancías que producimos o importamos y llevarla también al ámbito financiero.
- En la planificación milimétrica del uso de los reducidos ingresos en divisas para insumos esenciales que permitan la activación del moderno y amplio aparato de producción nacional, instalado y expandido por la revolución bolivariana, en el sector privado, comunal y estatal.
- En la recuperación de la confianza de la revolución en las capacidades productivas de nuestro pueblo. Está demostrado que solo pudimos romper los techos de producción que nos imponen los monopolios y los oligopolios, cuando a partir de 2004 el Comandante Chávez promovió la expansión de la propiedad, el financiamiento y la organización productiva a pequeñas y medianas empresas, cooperativas, empresas comunales, nuevas empresas estatales, redes de productores libres y asociados, consejos campesinos, consejos de pescadores, consejos de trabajadores entre otros.
Allí están las estadísticas nacionales y
de la CEPAL, ese periodo fue el de mayor crecimiento industrial y
agrícola en el PIB nacional, en décadas.
El sector privado monopólico y
oligopólico venezolano, no va a cambiar de la noche a la mañana, su
origen como rémora de la renta petrolera se lo dificulta. Existen y hay
que trabajar con ellos, pero no fortalecer su poder de chantaje sobre la
sociedad, porque se nos terminan de venir encima. Ejemplo, el boicot de la carne que no están imponiendo en este momento los grandes ganaderos.
Es su naturaleza, como siempre nos
recordaba nuestro Comandante Chávez, cuando se refería al capitalismo
venezolano, con frases populares como esta “Morrocoy no sube a palo, ni
cachicamo se afeita”.
Vamos a responder a esta afrenta
especulativa, recuperando la plena estabilidad política con los poderes
creadores del pueblo, luchando contra la corrupción y democratizando la
propiedad, la producción y la distribución. Solo así, venceremos.