Carola Chávez.- “Por el amor del Trump, abran un canal humanitario porque el poheblo tiene
hambre” -suplican lacrimosos en sus cadenas de WhatsApp.
Angustiadísimos por gente que no les importa; que les importuna, en todo
caso. Que si los ven pasando trabajo, en lugar de tender una mano
corren con sus iPhones a sacarle una foto para sus cadenas de miseria.
“El poheblo tiene hambre” -escriben, carita amarilla llorando, clic.
“Bien hecho, pasen hambre, malditos arrastrados, a ver si van a seguir
votando por el chavismo”, -comentan amargos mientras endulzan un café.
Y que no se le ocurra al Gobierno chavista ayudar a ese pueblo que el
sifrinaje dice querer salvar, porque lloverán los “yo soy médico
(ingeniero, abogado, odontólogo…) y gano Bs 200 mil al mes y Maduro le
va a dar a las embarazadas 700 mil a cambio de nada; ¿quién va a querer
estudiar si ganas más por quedar preñada?”. “Ya verás a los Yeikensons
preñando a tres Yuleisis a la vez para meterse sus reales”, y el siempre
nefasto “enséñalos a pescar”.
Y es que fue precisamente la atención a los pobres lo que encendió la
llama del odio antichavista. Todas las misiones han sido atacadas con
tanto odio que han dejado al descubierto las miserias más miserables,
como aquel nefasto obispo, Lückert, que llamó “Misión abre las piernas”,
con asco, con lujuria, con cierta envidia, a la misión creada para
atender a los bebés de los sectores más vulnerables. “¿Qué van a hacer
esos animalitos con una computadora?” -dijeron de las Canaimitas. Las
burlas envenenadas de soberbia contra la Misión Robinson, la Universidad
Bolivariana. Los ataques a Barrio Adentro “médicos santeros,
adontrinantes con burundanga”. ¿Qué no han dicho de las misiones de
alimentación? “Misión Maqueta, gallineros verticales” llamaron a la
Misión Vivienda. “Arrastrarse por una caja de comida”, dicen del Clap.
Desde esa orilla del odio se embarran con todo que supongan le hace
daño al chavismo: desde una guarimba violenta, a un terrorista en un
helicóptero lanzando granadas sobre Caracas, sanciones financieras,
hasta una invasión militar gringa; cualquier cosa que acabe con el único
gobierno que protege a los pobres y que en tiempos de crisis no los
condena a pagar con recortes sociales, desamparo y miseria, como sucede
en los países “civilizados” que dicen querernos ayudar.